¿Y que pasaría si Musharraf se pasara a las filas del "eje del mal"?
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IAR Noticias /
Informe especial
Después de que Musharraf declarara el "estado de emergencia", suspendiera la Constitución y encarcelara a la oposición política, uno de los precandidatos demócratas a la presidencia de EEUU, el senador Joe Biden, comparó a Pakistán con lo sucedido durante la revolución de Komeini de fines de los setenta en Irán.
"Es difícil imaginar una pesadilla mayor para EEUU que el segundo país con más musulmanes en todo el mundo se convierta en un estado fallido y caiga en manos de fundamentalistas con un arsenal de armas nucleares y una población más grande que las de Irán, Irak, Afganistán y Corea del Norte juntas", advirtió Biden.
El senador estadounidense, no hacía otra cosa que repetir en voz alta una versión -que ya se convirtió en vox populi en las usinas demócratas y republicanas de Washington- según la cual Musharraf recompuso relaciones y selló un pacto secreto con los talibanes afganos refugiados en la frontera con Pakistán luego de la invasión de EEUU en el 2001.
El llamado Cálculo de Inteligencia Nacional de Amenaza Terrorista contra el Territorio de Estados Unidos (National Intelligence Estimate o NIE) realizado por las 16 agencias de inteligencia norteamericanas en julio, señalaba que Al Qaeda había recuperado la misma fuerza que tenía desde los ataques del 11-S debido al "refugio" del que había disfrutado en regiones de Pakistán cedidas por el gobierno de Musharraf.
En ese escenario (sólo explicado por el "doble juego" y la política de "tercerización terrorista" de la CIA con los grupos islámicos) la estrategia del presidente Pervez Musharraf (adherir a la "guerra contraterrorista" y a la vez mantener una relación de aprovechamiento político con el movimiento islamista afgano Talibán y con la red "terrorista" Al Qaeda) pasó a ser severamente cuestionada en Washington.
Este fin de semana, analistas de las principales cadenas norteamericanas destacaban, como "detalle" sobresaliente, que luego del golpe de Estado del general se redujo casi a cero la "actividad terrorista" de los grupos islámicos que le habían declarado la "guerra santa" a Musharraf luego de que el ejército masacrara a 300 yihadistas en la Mezquita Roja, en agosto pasado.
Antes del conflicto de Mushararf con Washington, Pakistán era considerado el "frente principal" de la "guerra contra el terrorismo" de Bush desde que los miembros de Al Qaeda y del Talibán fueran expulsados de Afganistán y buscaran refugio en las áreas tribales de la frontera entre ambas naciones.
En el 2001, antes del 11-S en EEUU, Musharraf (quien derrocó al presidente elegido en las urnas de Pakistán, Nawaz Sharif, en 1999) se coronó presidente de Pakistán.
Las relaciones de Washington con la dictadura militar se mantuvieron frías hasta el 11-S, cuando Musharraf se convirtió en un aliado clave de EE.UU. en la "guerra contra el terror" y en beneficiario de masiva ayuda de EEUU.
El secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell, a través de su lugarteniente Richard Armitage, dijo a Musharraf: "Prepárese para ser bombardeado. Prepárese para volver a la Edad de Piedra," si no estaba dispuesto a cooperar en la destrucción del régimen talibán en Afganistán.
Estados Unidos asignó a Pakistán unos 15.000 millones de dólares en ayuda oficial o encubierta por los últimos seis años, para incentivar su cooperación en Afganistán y la "guerra contra el terrorismo". Pero el gobierno de Bush se ha desilusionado con los resultados del último año.
Precisamente, y según The Washington Post, fue la creciente "sospecha" de un pacto entre Musharraf y el "terrorismo islámico" lo que catapultó la "entrada en desgracia" del general con los halcones de la Casa Blanca, y los propios demócratas, que vienen impulsando una intervención militar de EEUU en la frontera de Pakistán con Afganistán.
Pakistán fue un crisol de la "guerra santa" islámica contra el ex imperio soviético, en la década del 80, el centro de formación militar y doctrinaria de los mujaidines que luego convergerían en organizaciones terroristas "tercerizadas" por la CIA (entre ellas la Al Qaeda de Bin Laden) que Washington utilizó para justificar sus invasiones militares a Irak y Afganistán tras el 11-S en EEUU.
Ahora (igual que sucede con Musharraf), EEUU ya no los necesita y trata de exterminarlos y controlar Afganistán, para lo cual sí necesita a Pakistán como barrera de contención y control fronterizo
La importancia estratégica de Pakistán
Según los propios analistas de la prensa estadounidense, el general Pervez Musharraf,
Pakistán, un gigante de 165 millones de habitantes de mayoría musulmana, es clave militarmente para EEUU por dos razones principales: A) como control fronterizo y barrera de contención de la rebelión islámica de Pakistán, y B) como contrapeso regional de China y de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), el bloque liderado por Moscú y Pekín.
Después de romper el "pacto democrático" y "cortarse solo" en el poder, Musharraf, un aliado "inestable" en quien Washington ya no confía, controla militarmente
Además, la ruptura del "pacto democrático" de Pakistán (con la cual Washington y la UE intentaban "lavarle" la cara a la dictadura de Musharraf) se escenifica en medio de un potencial estallido del sistema financiero sionista internacional impulsado por el cóctel petróleo en alza-dólar en baja-crisis financiera.
Y en este tablero estratégico, Pakistán, en Asia, Irán, en Medio Oriente, y el Kurdistán en el norte de Irak, ya se han convertido en los tres frentes de conflicto que pueden hacer estallar una "explosión recesiva" en la economía mundial, empezando por EEUU, donde la Reserva Federal acaba de trazar un panorama sombrío.
Muchos analistas europeos y estadounidenses consideran a Pakistán como el "principal peligro" que acecha a la ingeniería mundial imperialista de Washington en un corto plazo, por encima, incluso de Irán y de Irak en Medio Oriente.
Pakistán, un Estado que combina la pobreza con el poder nuclear, es el segundo país islámico más poblado del mundo, con 165 millones de habitantes (detrás de Indonesia y antes de Bangla Desh), de mayoría sunita pero con una importante minoría chiíta (22 por ciento).
Pakistán comparte fronteras con Afganistán (2,430 kilómetros), China (523 kilómetros), India (2,912 kilómetros) e Irán (909 kilómetros) y posee una línea costera de 1,046 kilómetros en la estratégica región del golfo Pérsico donde se encuentran apostados tres grupos aeronavales de EEUU con capacidad nuclear esperando órdenes para emprender operaciones contra Irán.
Además, Irán y Pakistán acaban de firmar un gigantesco proyecto (resistido por EEUU) de 7.400 millones de dólares para suministrar gas iraní a India a través de Pakistán gracias a un gasoducto de 2.600 km de largo que quedó concluido", según el viceministro iraní responsable del tema, Hojatolá Ganimifard, citado por la agencia especializada Shana.
Este dato asume una importancia clave si se tiene en cuenta que EEUU privilegia a India como aliado regional (que, con el acuerdo energético firmado, pasa a depender de Pakistán) con quien selló este año un acuerdo nuclear marginando al régimen de Islamabab.
Los detonantes del conflicto Washington - Musharraf
El privilegio por parte de EEUU de la alianza estratégica con la India fue uno de los detonantes que precipitó una fisura en la alianza de Washington con el gobierno dictatorial de Musharraf.
Marginando a Pakistán, Washington alcanzó a finales de julio un acuerdo nuclear de cooperación civil con la India, que le permitirá a esa nación obtener tecnología nuclear de EEUU pese a haber firmado el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP).
En septiembre de 2006 el gobierno de Musharraf firmó un pacto con grupos tribales, incluyendo el Emirato Islámico de Waziristán por el cual este último impediría el movimiento a través de la frontera, de militantes hacia afuera de Afganistán, a cambio del cese de ataques aéreos y terrestres contra militantes en Waziristán.
Esto provocó un segundo detonante de conflicto entre Washington e Islamabab, y generó una oleada de preocupación en Washington y la Voz de América anunció que el pacto contaba con la aprobación del mullah Omar, el líder de los talibanes afganos derrocados por la invasión de EEUU en el 2000.
Inmediatamente surgieron insistentes versiones en la prensa norteamericana de que la Casa Blanca había resuelto bombardear la frontera de Pakistán con Afganistán sin pedir permiso al gobierno de Musharraf, lo que conllevó un duro cruce diplomático entre Washington e Islamabab.
El tercer detonante que fisuró la alianza de Musharraf con Washington estuvo constituido por una maniobra orientada convertir a Musharraf en un presidente sin poder y restituir a Sharif (el gobernante derrocado por Musharraf) y a Benazir Bhutto en un "poder paralelo" para controlar al general.
Para algunos, Musharraf (desahuciado por Washington) tras el golpe sólo está tratando de supervivir en el poder, y para otros, el general podría andar buscando "nuevos aliados" para controlar Pakistán, una potencia de dientes nucleares, y de religión islámica preponderante, en frontera con Irán, India y Afganistán, una región clave en el mapa geopolítico de la guerra por áreas de influencia que sostienen el eje EEUU-UE, por un lado, y el eje Rusia-China- Irán, por el otro.
El oráculo de Musharraf
¿Qué pasaría si Musharraf, al estilo de la junta militar birmana, pateara el tablero y se refugiara en una alianza comercial y militar con Rusia y China asimilándose al bloque de poder regional asiático?
¿Y que pasaría si Musharraf, presidente de una potencia nuclear de mayoría islámica, enfrentado al poder de Washington, pactara con Irán y las organizaciones islámicas una apertura de la frontera con Afganistán?
Esas son las preguntas claves que devanan los sesos de los estrategas de Washington y de la UE, y es razón más que suficiente para que Bush y la Casa Blanca traten con "manos de seda" al golpista Musharraf que sigue con su proyecto de exterminio de la oposición política en Pakistán.
Ahora sólo queda por ver hasta que punto Washington va a tolerar la "contrapresión golpista" de Musharraf sin que la CIA intente exterminarlo, ya sea por un golpe militar o por medio de su asesinato.
O la situación contraria: que Musharraf rompa su alianza con Washington, o que EEUU (para evitar un mal mayor) decida "adoptarlo" nuevamente como su hijo pródigo.
Por el momento, y no obstante prometerles nuevamente este domingo a Washington y a la UE, elecciones en febrero, el general Musharraf siguió consolidando el cerco represivo sobre sus opositores y sin realizar ninguna mención sobre el levantamiento del estado de emergencia ni su renuncia a la comandancia de las fuerzas armadas, como requieren sus patrones imperiales.
Mala señal para Washington.
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