Pablo Stefanoni
Clarin/Rebelión22/9/08
Finge una dignidad a prueba de llantos. Pero a poco de comenzar a contar su historia, cae en la cuenta de que es un milagro que esté viva, y las lágrimas se van colando en su relato de lo que ya se conoce como la "Masacre de El Porvenir". Esther, como se hace llamar por temor a represalias, se refugió en una casa, debajo de la cama, con otros campesinos, pero sus perseguidores armados la encontraron y amenazaron con "meterle fuego" a la vivienda si no salían.
"Gritaban 'viva la autonomía, que mueran estos campesinos que no valen nada'... Pero cuando no es su hora, Dios lo protege a uno", dice la mujer, de unos 35 años vestida con blusa fucsia al recordar el fatídico 11 de septiembre pandino.
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